martes, 27 de mayo de 2014

Ventanita al mundo.

Ir en el metro y quedarse viendo fijamente a la ventana, no detenerse y no parpadear.
Contar los árboles que cruzan por si solos y los pájaros que se sientan a reposar en las cuerdas del teléfono, esperando que el sol se ponga a sus espaldas y los observe mientras llega la noche.
Lo que está detrás del cristal parece tan lejano que casi ni nos toca: los niños tirando la pelota en el parque, la vecina que barre el frente de su casa, los estudiantes que recién salen de la escuela. O mejor aún, un abrazo que parece no terminar, un beso en la frente, una mirada tierna, un cuerpo que ignora a otro... 
Esta vez la música es una historia corriente, de las que no te importan pero te enteras, en la que una madre hace recomendaciones a sus hijos para que preparen la cena, al tiempo en que la esposa pregunta a su esposo si llegará tarde de la oficina y a su vez, una amiga le cuenta a su amigo su fracaso amoroso. Son como un vals a destiempos donde jamás conoces la orquesta.
Ir en el metro es tener nostalgia de ese mundo que está afuera y que parece tan frágil aunque todos sean tan fuertes. 


Llegas a tu estación y tan sólo sigues chocando con ese mundo que antes parecía impenetrable.

viernes, 28 de marzo de 2014

14 días en el Sur.

Respirar el aire del suroeste del continente no es más que saborear otra vida, teniendo que probarla de a poquitos. Es encontrarte al caminar con rostros totalmente extraños que no tienen que ver con aquellos que veía cuando hacia fila en un banco o cuando me sentaba en el parque a tomar el sol.

Respirar el aire del sur es asimilar que las siete de la noche ya no son noche y que el otoño es más frío de lo que pensaba. Es una mezcla de sensaciones en las que aprendo cómo bailan las palabras entre el acento y cómo se conjugan los verbos que pensé no existían y suenan un tanto "chabacano".

14 días en el sur van cargando lentamente la mochila del forastero.