Respirar el aire del suroeste del continente no es más que saborear otra vida, teniendo que probarla de a poquitos. Es encontrarte al caminar con rostros totalmente extraños que no tienen que ver con aquellos que veía cuando hacia fila en un banco o cuando me sentaba en el parque a tomar el sol.
Respirar el aire del sur es asimilar que las siete de la noche ya no son noche y que el otoño es más frío de lo que pensaba. Es una mezcla de sensaciones en las que aprendo cómo bailan las palabras entre el acento y cómo se conjugan los verbos que pensé no existían y suenan un tanto "chabacano".
14 días en el sur van cargando lentamente la mochila del forastero.